LOS TATUAJES, ¿UN IMPEDIMENTO LABORAL?
- Evento Capital
- 19 sept 2019
- 7 Min. de lectura
Por: Chanelle Gómez

La piel de las personas nos cuenta parte de su historia, de un recuerdo o de un momento. Y quienes llevan tatuajes nunca dejarán de ser cuestionados, razón por la que algunos de ellos tienen un estilo de vida escondido de la sociedad.
Así es como Evento Capital recurre a entrevistar y conocer la historia de cuatro profesionales que están tatuados y sienten la presión social de esconder sus diferentes grabados a la hora de trabajar. Y a pesar de que los tatuajes han ganado popularidad en los últimos años, este sigue siendo para muchos un tabú, algo de marineros, prostitutas, drogadictos, vagos y presidiarios.
Tener tatuajes en una sociedad tan conservadora como la colombiana, no siempre resulta fácil. Pues en el colectivo de la gente existe la idea de que los tatuajes lo llevan personas sin higiene y de baja sociedad, y no empresarios o ejecutivos como los de esta historia.

1 - Carlos Duarte: Integrante de las Fuerzas Militares de Colombia:
Carlos hace parte de las FFMM de Colombia, se hizo su primer tatuaje -en el brazo derecho-, hace catorce años, cuando ya llevaba tres años vinculado con la institución, pues aunque la mayoría de nuestros soldados se encuentren con más de un dibujo permanente en su piel, uno de los requisitos para ingresar a la institución es precisamente no tener tatuada la piel.
- De hecho, si me hubiera hecho el tatuaje antes de ingresar (a las FFMM) no me hubieran aceptado, porque uno de los requisitos para entrar es que uno no debe tener tatuajes - comenta Carlos de manera sonriente. - Menos mal nunca se me ocurrió tatuarme antes, agrega.

Inmediatamente después de tener el primer tatuaje, Carlos sabía que con el tiempo vendrían más, solo era cuestión de mirarse en el espejo y ver lo bien que se veía, por lo que a los dos años siguientes Carlos decidió hacerse otro tatuaje en la espalda. Un año después se tatuó más el brazo derecho y finalmente se hizo el último hace tres años: dos rosas de Borneo en los hombros.
¿Pero cómo hace Carlos para lidiar con sus tatuajes en una institución tan conservadora como lo es la militar? Aunque ningún general o soldado de rango mayor le han visto sus tatuajes, sí debe tomar algunas precauciones. Por ejemplo, a la hora de cambiarse, siempre espera el momento en que no haya ningún otro compañero que no conozca. Y cuando tiene que compartir duchas con superiores prefiere llevarse la camiseta al baño y salir cambiado para evitar que le vean los tatuajes.
Y así como él esconde los tatuajes, existen más miembros de las Fuerzas Militares que hacen lo mismo, por lo que es difícil saber con exactitud cuántas personas más están tatuadas. Sin embargo, Carlos sostiene que sí ha visto un incremento de compañeros tatuados, “en especial en las mujeres, algo que hace mucho tiempo no se veía”.

2 - Sergio Manrique: Ejecutivo de día y tatuador de noche.
Para quienes no son íntimos de Sergio, él puede pasar desapercibido como un profesional que va a su trabajo común y corriente de lunes a viernes y descansa los fines de semana en su casa.
Lo que no saben todos de él, es que en el día trabaja en una petrolera y en la noche y fines de semana es un excelente tatuador de Arkham Tattoo, estudio de tatuajes ubicado en Bogotá, en la carrera 9 con 60.
Sergio nos recuerda el primer tatuaje que tuvo el cuál se lo hizo a los 16 años. “Un par de tribales bien feos”, dice entre risas. Y a diferencia de Carlos, él no se hizo otro tatuaje al poco tiempo, sino que esperó aproximadamente diez años para hacerse el siguiente tatuaje. Pero aquella vez tampoco le fue bien: “Fui a que me arreglaran ese tatuaje y me hicieron una cosa peor”, añade Sergio.
Pero no fue todo malo en esta historia, pues en esa ocasión se dio cuenta del buen negocio que eran las tiendas de tatuajes, razón por la que a los pocos meses decidió abrir su primer local. Era nada más y nada menos que Acid Ink, consolidada como de una de las tiendas más populares de Bogotá. Actualmente ya no es más socio, pues decidió vender “su parte’’ en el 2008.

En Acid Ink aprendió a tatuar, empezó en pieles de cerdo. Hoy en día, lleva seis años tatuando y ha trabajado en cuatro locales diferentes de los cuales ha sido dueño o socio en dos de ellos. Además, ha viajado a Nueva York exclusivamente a hacerse tatuajes por artistas reconocidos mundialmente.
Si bien la industria petrolera (en la cual Sergio lleva once años trabajando) es un empleo serio y tradicional en la que hay que estar siempre bien vestido y presentado, él no ha tenido problemas con el tema de sus tatuajes. En parte, se debe a que los tiene en lugares como la espalda, el pecho, los brazos y las piernas los cuales no son muy visibles o se pueden tapar con la ropa.
En la primera empresa en la que trabajó, el gerente general era un hombre muy conservador, por lo que Sergio prefería que nadie supiera de sus tatuajes. En la segunda empresa, el gerente sí sabía que tenía tatuajes y que trabajaba en un local como tatuador, pero nunca le dijo nada.
En la empresa en la que actualmente labura, el gerente es una persona abierta al tema y no tan conservadora como los demás, por lo que S. Manrique no tiene problema en mostrar abiertamente sus tatuajes, aun así prefiere no hacerlo:
—Más allá de eso, creo que por respeto a la institución donde trabajo, mientras esté en horario laboral no voy a estar mostrando los tatuajes y eso no tiene por qué intervenir en mi trabajo— afirma Sergio.
El hecho de combinar dos tipos de trabajo totalmente diferentes – En una empresa petrolera por un lado, en un local de tatuajes por otro-, es algo que al entrevistado le causa gracia y a la vez lo considera como su manera de relajarse y nunca caer en la rutina.
—Yo le digo a mi esposa que, si no fuera por los tatuajes, yo llegaría cargado de estrés y llevaría muchos problemas a la casa, que no son buenos para la convivencia— concluye Sergio.

3 - Juan Pablo Calderón: Publicista y fotógrafo.
Juan Pablo, trabaja en una compañía de publicidad y además es fotógrafo profesional. Su primer tatuaje se lo hizo a los 21 años -en el antebrazo derecho-, en la actualidad tiene 31 años y un gran porcentaje del cuerpo tatuado.
Si bien algunos de ellos hoy ya no le gustan ‘’para nada”, como él mismo lo explica, tampoco se arrepiente de habérselos hecho y nunca se los taparía.
—Tengan o no tengan un simbolismo, es un recuerdo de un pensamiento, de un momento de la vida y son momentos que quedan impresos en la piel, pues los tatuajes no son solo para mostrar, también son para uno— añade Juan Pablo.
Adicionalmente, considera los tatuajes como un estilo de vida, como un ritual ‘’primero está el dolor, después vienen todos los cuidados como no usar agua caliente o tener que aplicarse crema, y al final todo lo anterior produce una gran satisfacción. Simplemente, es algo que me encanta’’.
No obstante, es consciente de la reacción negativa que los tatuajes pueden generar en los demás, por más de que hoy se hayan constituido como una moda, por eso cuando se trata de trabajo y negocios, prefiere curarse en salud y taparse los tatuajes con la ropa.
-Por ejemplo mi papá— comenta Juan Pablo entre risas—, piensa que los tatuajes son de presidiarios y prostitutas, y así como mi papá, hay más personas que piensan lo mismo.-
Conociendo la discriminación que hay en Colombia al respecto de los tatuajes, considera una ‘’bobada’’ arriesgar un negocio por algo tan sencillo como ponerse un saco, entrar a una reunión y a la salida volverse a quitar el saco.
—Además – agrega Juan Pablo – El hecho de cubrirme para no dar la imagen errónea, no quiere decir que esté dejando de lado mi personalidad o mi esencia.-
Inmediatamente, advierte que se piensa hacer más tatuajes. Eso sí, pensados con más calma. Pues según él, tuvo una época en la que en seis meses se iba llenado (el cuerpo) de tatuajes y algunos sin ningún significado.
—Solo me los hice por rellenar algunos huecos-, concluye mientras se mira uno de sus brazos que tiene tatuado desde el hombro hasta el codo.

4 - Andrea Pérez: profesora en colegio católico y vocalista de banda de rock.
Andrea se empezó a tatuar a finales de los años 90 cuando era estudiante de Humanidades Clásicas en la universidad. Hoy, casi doce años después, es profesora de un reconocido colegio católico de Bogotá, tiene los brazos tatuados y además es vocalista de una banda de rock.
Su conexión con los tatuajes, dice Andréa, tiene que ver con un gusto por la música y con las artes. Precisamente su admiración por pintores del renacimiento, los manieristas y algunos expresionistas alemanes de la primera mitad del siglo XX, la llevaron a plasmar algunas de las ilustraciones en su cuerpo.
Al hacerse el primer tatuaje, entendió que podía usar su cuerpo como un lienzo y así combinar dos gustos: El arte y los tatuajes.
Actualmente tiene ambos brazos tatuados casi en su totalidad. Y aunque nunca ha tenido ningún tipo de problema, siempre ha sido consciente que en cualquier momento de su vida los tatuajes se pueden volver un gran inconveniente laboral.
En este sentido siempre fue muy cauta con que nadie en el colegio supiera sobre sus tatuajes, pero su otra pasión, la música, fue la culpable de que algunas estudiantes descubrieran su secreto.
Al ser ella una figura pública dentro del gremio, es muy fácil encontrarla en fotos de medios especializados del rock, ya que su banda es conocida y se han presentado a Rock Al Parque en varias ocasiones.
—Nunca negué la existencia de los tatuajes, pero sí les dejé claro a las niñas que eso no influía en mi método de enseñanza – agrega.
Parte del apoyo que ha recibido por parte de las directivas del colegio, es que su jefe asiste a sus toques de rock. Y a los que no les gusta, como sucede con la coordinadora, respetan su forma de ser debido a su profesionalismo y rectitud con el tema, pues no anda mostrando los tatuajes a todo el mundo.

A pesar de que nunca se imaginó trabajar en una institución educativa en donde la imagen proyectada pesa mucho y que iba a estar la mayoría del tiempo vestida de ejecutiva, siempre supo que no se haría tatuajes en aquellas partes del cuerpo, inevitablemente visibles, como el cuello o las manos. Pues no se puede negar el hecho de que hay muchos prejuicios en relación con los tatuajes.
Prejuicios contra los que Carlos, Sergio, Juan Pablo y Andrea deben batallar casi a diario en el trabajo, en el bus, en la calle o en cualquier parte de este país donde los tatuajes son todavía un tabú.
De esta manera, no queda sino pensar que siempre habrá reproches en cuanto a los tatuajes, constantemente habrá preguntas e indudablemente habrá una chaqueta o una camisa de manga larga en el closet de todos aquellos que están tatuados, para poder esconder alguna de sus historias grabadas sobre la piel.
Y para finalizar, les recuerdo una frase del cantante de Calle 13, Rene Pérez: “Los tatuajes son como las cicatrices. En lugar de recordarte un golpe, te recuerdan una forma de pensar”.
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